Capítulo 2 Confundida
La cena familiar en la mansión Ivanov estaba en pleno apogeo. Anya se sentó junto a su abuelo Vladimir, tratando de mantener una sonrisa educada mientras por dentro se sentía desmoronar. La traición de Misha y Katya aún quemaba en su corazón como ácido.
De repente, las puertas del comedor se abrieron y dos figuras entraron. Anya se tensó al reconocerlos. Eran Misha y Katya.
—Lamentamos llegar tarde —dijo Misha, su voz suave como la seda —tuvimos un pequeño contratiempo.
Katya soltó una risita, sus ojos brillaban con malicia.
—Sí, un contratiempo.
Anya apretó los puños bajo la mesa, luchando contra el impulso de saltar y arrancarle los ojos a su prima. ¿Cómo se atrevían a venir aquí, a su casa, después de lo que habían hecho?
Pero no podía hacer una escena. No con su abuelo y toda la familia presente. Así que forzó una sonrisa y se levantó para saludarlos, tal como dictaban las normas de etiqueta.
—Katya, querida —dijo con falsa dulzura, besando el aire junto a las mejillas de su prima —qué sorpresa verte aquí.
Katya le devolvió el gesto, sus labios rozando la piel de Anya en una caricia burlona.
—¿Sorpresa? Pero si somos familia, Anya. ¿Dónde más podría estar?
El doble sentido de sus palabras no pasó desapercibido para Anya. Apretó los dientes, pero mantuvo su sonrisa.
—Misha —saludó fríamente, evitando mirarlo a los ojos —bienvenido.
Misha tomó su mano y la besó, su pulgar acarició su piel en un gesto íntimo.
—Anya, mi amor, luces tan hermosa como siempre.
Anya retiró su mano bruscamente, como si su toque quemara. Se sentía sucia, contaminada por su presencia.
Pero antes de que pudiera responder, su abuelo habló.
—¡Misha, muchacho! Ven, siéntate a mi lado. Tenemos mucho de qué hablar sobre tu futuro en la empresa —el abuelo no tenía idea sobre lo que Misha había hecho a su nieta.
Misha le dedicó a Anya una sonrisa triunfante antes de obedecer. Katya, por su parte, se sentó frente a Anya, mientras sus ojos se mantenían fijos sobre su prima.
Durante toda la cena, Anya tuvo que soportar las miradas cómplices entre Misha y Katya, sus risitas secretas, era una tortura, un recordatorio constante de su traición.
Pero lo peor fue cuando Katya se inclinó sobre la mesa, su escote reveló más de lo apropiado, y susurró en un tono meloso:
—Anya, cariño, tienes que probar este postre, está divino. Aunque claro, no tan divino como otros... postres que he probado recientemente.
Anya sintió náuseas ante la insinuación. Sabía exactamente a qué "postre" se refería Katya. La imagen de ella y Misha juntos, de sus cuerpos desnudos y entrelazados, la perseguía como un fantasma.
Pero no podía derrumbarse. No les daría esa satisfacción. Así que esbozó una sonrisa tensa y respondió:
—Gracias Katya, pero creo que paso. He perdido el apetito.
La sonrisa de Katya se ensanchó, sus ojos brillando con cruel satisfacción.
—¿En serio? Qué pena. Pero bueno, más para mí entonces. Nunca me canso de los... dulces placeres de la vida.
Anya apretó su copa con tanta fuerza que temió que se rompiera. La rabia y la humillación ardían en su garganta como bilis.
¿Cómo podía Katya ser tan cruel? ¿Y cómo podía Misha sentarse ahí, sonriendo y charlando con su abuelo, como si no hubiera destrozado su corazón?
Después de la cena, Anya pidió hablar con su abuelo Vladimir en privado. Una vez en su estudio, lejos de oídos indiscretos, Anya se derrumbó.
—Abuelo, tengo que decirte algo —dijo con voz temblorosa, las lágrimas ardían en sus ojos —es sobre Misha y Katya.
Vladimir frunció el ceño, preocupado por el estado de su nieta.
—¿Qué pasa, Anya? ¿Qué han hecho esos dos?
Entre sollozos entrecortados, Anya le contó todo. La traición, el engaño, cómo los había encontrado juntos en su propia cama. Para cuando terminó, estaba temblando de rabia y dolor.
El rostro de Vladimir se puso rojo de ira. Se levantó bruscamente, golpeando su escritorio con un puño.
—¿Cómo se atreven? —rugió —¡Esos malditos ingratos! Después de todo lo que hemos hecho por ellos, ¿así es como nos pagan?
Anya se encogió ante la furia de su abuelo. Nunca lo había visto tan enojado.
—Los echaré a la calle —siseó Vladimir —no volverán a poner un pie en esta casa, ni a acercarse a ti. Lo juro por mi vida.
Pero Anya negó con la cabeza.
—No, abuelo, no quiero más escándalos. Ya he tenido suficiente humillación.
Vladimir la miró con tristeza, trató de disipar su ira.
—Oh, mi niña, no mereces esto. Mereces ser feliz, ser amada y respetada.
Anya esbozó una sonrisa triste, mientras las lágrimas en sus ojos continuaban amenazando con traicionarla.
—Gracias, abuelo. Pero ahora mismo, solo quiero olvidar. Seguir adelante con mi vida.
Vladimir suspiró, pasándose una mano por su barba canosa. De repente, sus ojos se iluminaron con una idea.
—Anya, ¿Recuerdas a mi viejo amigo Anatoly Petrova?
Anya asintió, lo recordaba claramente, era un magnate del petróleo, tan rico y poderoso como su propio abuelo.
—Bueno, resulta que su nieto, Alexei, está en edad de casarse —continuó Vladimir —y Anatoly y yo siempre hemos soñado con unir nuestras familias.
Anya parpadeó, confundida.
—¿Qué estás diciendo, abuelo?
—Estoy diciendo que tal vez sea hora de que conozcas a Alexei —Vladimir tomó sus manos en las suyas —sé que es repentino, pero piénsalo. Un matrimonio con los Petrova nos daría aún más poder e influencia. Y Alexei es un buen hombre, Anya, es fuerte, inteligente y decidido. Sé que te trataría como la reina que eres.
Anya se mordió el labio. ¿Casarse con un desconocido? Sonaba descabellado. Pero al mismo tiempo... tal vez era justo lo que necesitaba. Un nuevo comienzo, lejos de los recuerdos y el dolor.
—Alexei ha estado viviendo en el extranjero por años, por eso no se conocen, añadió Vladimir, como si leyera sus pensamientos —pero estoy seguro de que congeniaran. Y si no... bueno, siempre pueden divorciarse. Pero al menos habrán intentado.
Anya tomó una profunda respiración, era una locura. Una completa y absoluta locura.
Pero también era una oportunidad. De empezar de cero, de reconstruirse a sí misma lejos de la sombra de Misha y Katya.
—Abuelo, no creo que casarme con alguien a quién no conozco sea una buena idea,
—No me respondas ahora, piensalo con calma, después me dices cual es tu respuesta.
Anya salió de ahí confundida, eran demasiados eventos para procesar en tan poco tiempo, en cuanto ella se alejó, Vladimir tomó el teléfono para llamar a su amigo.
Días después, en la mansión Petrova, el poderoso magnate Anatoly Petrova enfrentaba a su rebelde nieto Alexei.
—¿Cómo te atreves a desobedecer mis órdenes? Tú deber es casarte con la nieta de mi amigo y socio para asegurar el futuro de nuestro imperio —rugió Anatoly, su rostro rojo de ira.
Alexei soltó una risa desdeñosa.
—¿Mi deber? Lo siento abuelo, pero no soy un peón en tu juego de ajedrez, no me casaré con una mujer que no conozco solo para satisfacer tus ambiciones.
La bofetada resonó en el estudio. Alexei se llevó la mano a la mejilla, sus ojos verdes ardieron de furia.
—Cuida tu lengua, muchacho insolente — siseó Anatoly —harás lo que yo ordene, o atente a las consecuencias. ¿Acaso quieres que tu primo Nicolai se quede con todo?
Alexei apretó los puños, la mención de su odiado primo era un golpe bajo. Nicolai siempre había codiciado su posición como heredero y haría cualquier cosa para quitarlo del camino, además que se había atrevido a hacer algo que jamás podría perdonarle.
—No metas a ese bastardo en esto —gruñó Alexei.
—Entonces sé un hombre y cumple con tu deber —Anatoly se sirvió un vaso de vodka y lo bebió de un trago —la boda será en un mes. Y más te vale poner tu mejor sonrisa y comportarte como el caballero que supuestamente eres.
Alexei apretó la mandíbula, su mente trabajaba a mil por hora. Sabía que no tenía opción, pero eso no significaba que se lo pondría fácil a su misteriosa novia.
—Bien, me casaré con ella, concedió al fin, pero tengo mis condiciones. Quiero un acuerdo prenupcial a mi favor, y me reservo el derecho de agregar las cláusulas que considere necesarias.
Anatoly entrecerró los ojos. —¿Qué estás tramando, Alexei?
—Nada que te incumba, abuelo —Alexei sonrió con malicia —solo digamos que esa mujer deseará nunca haber aceptado este matrimonio —dijo para sí mismo.
Mientras tanto, en su apartamento, Anya se miraba al espejo con lágrimas en los ojos. Su reflejo le devolvía la imagen de una mujer destrozada, traicionada por aquellos en quienes más confiaba.
—¿Cómo pudieron hacerme esto? —susurró, tocando el frío cristal.
El timbre de la puerta la sobresaltó. Con el corazón acelerado, se acercó a mirar por la mirilla. Al ver quién era, abrió de golpe, la furia renovada ardiendo en sus venas.
—¿Qué demonios haces aquí, Misha? — espetó.
Su ex novio, con un ramo de rosas en la mano, le dedicó una sonrisa suplicante.
—Anya, mi amor, por favor déjame explicarte...
—¡No me llames así! —Anya le arrebató las flores y las tiró al suelo —perdiste el derecho de llamarme así cuando decidiste revolcarte con mi prima cuando te daba la gana.
Misha palideció. —Fue un error, una estupidez del momento, pero a quien amo es a ti, siempre has sido tú.
—Ahórrate las mentiras —Anya se cruzó de brazos, conteniéndose para no abofetearlo —lo nuestro se acabó, no quiero volver a verte nunca más.
—Anya por favor… —Misha intentó tomarla del brazo, pero ella se apartó bruscamente.
—¡He dicho que te vayas! Antes de que llame a seguridad —amenazó.
Misha apretó los labios, una vena palpitaba en su frente.
—Esto no se quedará así, Anya, tú me perteneces. Y tarde o temprano volverás a mí, así tenga que obligarte.
Con esa amenaza velada, Misha se dio la vuelta y se fue, dejando a Anya temblando de rabia.