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Segundo Mes: Primera Semana — Alfa Gruñón

Habitación de Alekséi & Xander. 8:32 a.m.

XANDER

—Ya basta, Magnus — doy un golpe en su pecho —. Deja de estar tan gruñón — si antes pensaba que no existía la posibilidad en este mundo de que mi Alfa fuera todavía más malhumorado de lo que ya es... Pues estaba terriblemente equivocado.

Desde que se enteró que Fred también está embarazado (que por cierto, fue una gran sorpresa para mi también), no ha dejado de gruñir y protestar por la más mínima cosa. Tengo miedo de que el ceño entre sus cejas se vuelva permanente y arruine su hermoso rostro.

Ayer tuve que hacer malabares y prácticamente amenazarlo con un sartén (descubrí que es una buena táctica, la llamaré: El Arma Milenaria) para que no saliera como un toro furioso a exigirle respuestas a su hermano y tal vez romperle unos cuantos huesos a Angelo y Derek. Por su culpa el malestar regresó para atormentarme y tuvo que pasar eso para que por fin accediera a regresar conmigo a la habitación.

Desearía que ese fuera el final de la historia, pero no. A pesar de que ha sido muy gentil y atento conmigo, no tengo que ser un adivino o un empático para saber que aún está molesto. Entiendo que es una situación delicada, nadie se esperaría, o por lo menos yo no, que ocurriera esto. Pero ya está hecho, ya no hay vuelta atrás.

Ahora solo queda esperar que sus parejas puedan llegar a un adecuado acuerdo y que lo cuiden y protejan como Fred se merece. Solo ruego que no se creen problemas entre ellos una vez nazca el bebé. Hace rato que Magnus se despertó y ha estado muy callado, pero de vez en cuando un suspiro que finaliza en un gruñido escapa de sus labios y sé perfectamente los pensamientos que vagan por su mente.

Después de ir al baño y asearse, pensé que saldría, pero para mi alivio regresó y se acostó de nuevo en la cama. Yo me acurruqué encima de él, con mi mejilla apoyada al nivel de su corazón y hemos estado así desde hace un par de minutos, en silencio. Hasta que yo no pude soportarlo más.

—Xander — inhala y suelta el aire lentamente —. No quiero hablar de eso ahora.

—¿Y cuándo pretendes hacerlo? — cruzo las manos sobre su pecho, apoyando la barbilla encima para poder observarlo —. O mejor dicho: ¿con quién? No quiero que salgas vuelto una furia y empieces a aterrorizar a todos, Magnus.

—Bueno, no estoy exactamente feliz en este momento — el ceño vuelve a aparecer —. No puedes esperar a que esté de acuerdo con todo esto, Xander. Así no funcionan las cosas.

—¿Y por qué no? Es tu hermano, Magnus. Deberías estar feliz por él y agradecer que no fue con alguien al azar o que lo hizo solo para molestarte — mi tono sale un poco más fuerte del que pretendí, pero no puedo evitarlo. Él solo desvía la mirada y los músculos en su mandíbula se tensan —. Lo hizo con sus parejas, es el resultado del amor que se profesan, al igual que tú y yo. ¿O no? — no responde, se queda viendo a través de la ventana, con una mirada ausente —. Magnus — murmuro, aunque él sigue sin querer enfrentarme —. Cariño, mírame.

Con una mano en su mejilla, lo guío suavemente, girando su rostro hasta que nuestras miradas se conectan de nuevo. Le envío ondas tranquilizadoras a través de nuestro vínculo y ronroneo. Sé que le encanta cuando lo hago y si eso ayuda a que se sienta mejor, lo haré todo el día de ser necesario.

—Sabes que tengo razón — mi pulgar acaricia su mejilla con suavidad —. Hablamos sobre esto la última vez, ¿recuerdas? — él baja la mirada y asiente lentamente —. Fred ya es un adulto, cariño. Debe tomar sus propias decisiones, cometer errores y aprender a corregirlos. No es tu deber decidir por él, pero sí lo es apoyarlo, amarlo y estar ahí para cuando te necesite.

Su mano sube y acaricia mi cabello con dulzura, sus dedos masajeando mi cuero cabelludo y es completamente delicioso. Esta vez estoy ronroneando de pura satisfacción. Se inclina y me besa, lento y suave.

Su aliento mezclándose con el mío, nuestras lenguas moviéndose en sincronía mientras nos saboreamos el uno al otro. Para cuando nos separamos, estoy algo aturdido y respirando con un poco de dificultad.

—No pretendo ser gruñón como dices todo el tiempo — me río bajito, él sonríe y eso alivia la tensión entre los dos —. Es solo que... No lo sé — suspira con pesar —. Desde pequeño aprendí a cuidarme y a defenderme lo mejor que pude, muchas veces poniéndome en peligro. Pero después que llegó Fredek a mi vida, todo cambió — hace una pausa, inseguro, pero aún así continúa —. Tuve un nuevo propósito, una meta. Ahora tenía alguien para proteger, velar por su bienestar y asegurarme de que nada le hiciera falta. Supongo que me cuesta aceptar que ahora no me necesita.

El dolor y la desolación en su voz hacen sufrir a mi corazón. Cuando conocí a Magnus, nunca imaginé que detrás de toda esa fachada de tipo duro y el peligroso jefe mafioso, existiría alguien tan dulce y protector, anhelando y añorando la familia que le fue negada en su niñez y la de su hermano.

No puedo ocuparme ni cambiar nada de su pasado, pero sí puedo asegurarme de crear un mejor y brillante futuro, en donde él sea tan feliz, rodeado de tanto amor como sea posible. Y ahora, que su semilla está floreciendo en mi interior, ese futuro cada vez es más sólido y alcanzable.

—Mi amor, el hecho de que Fred ahora vaya a formar una familia, no quiere decir que tú no formes parte de ella. Él te ama, te aprecia y dudo mucho que esto signifique que no necesitará de ti nunca más — me inclino y dejo un beso en sus labios —. Todo lo contrario. Ese bebé necesitará de un tío que lo consienta mucho y le de golosinas a escondidas de sus padres.

Se ríe y en un rápido movimiento, nos voltea hasta que estoy acostado sobre mi espalda con él encima. Procede a dejar besos por toda mi cara, mis orejas, mi cuello y parte de mi pecho, causándome cosquillas.

—¡Basta! — le digo sin aliento y dándole golpes en sus fuertes hombros, tratando de que se detenga —. Vas a lograr que me quede sin pulmones.

—Te amo — me besa ambas mejillas —. Te amo, Xander King — ahora en la frente —. Te amo, gatito — y en la punta de la nariz —. Te amo, amor mío — su mirada causa que el calor se extienda a través de mi pecho y finalmente, me besa en la boca.

Es arrollador, cada partícula de mi cuerpo reacciona a sus toques, a sus caricias y siento como si nuestras almas pudieran fusionarse. Es perfecto. El amor que me entrega sin medidas, ni condiciones o protestas, es increíble.

Yo también le ofrezco todo de mí, lo que alguna vez protegía de los demás, lo que muchos quisieron tomar a la fuerza, lo que atesoré con recelo. Todo es de él.

Sus labios se separan de los míos y aunque nuestras extremidades están todas enredadas entre si, siento que lo necesito aún más cerca. Poseerlo y que me posea, entregarme a él de mil formas posibles. Aunque creo que siempre voy a desear más, nunca puedo obtener suficiente de Alekséi Magnus.

ALEKSÉI

No pensé que podría ser posible que mi amor por Xander aumentara, pero ya veo que una vez más me equivoqué. Cada vez que pienso que lo amo lo suficiente, él hace o dice algo totalmente increíble y mi pecho se infla de orgullo y admiración.

Es perfecto. Él es perfecto. Cuando lo conocí, nunca me imaginé que detrás de ese sigiloso e ingenioso hacker (que tantos dolores de cabeza me causó al principio), existiría un ser tan comprensivo, cálido y amoroso. Pidiéndole a la vida por el amor que nunca nadie supo entregarle y, siendo brutalmente honesto, no pensé que yo tampoco sería capaz.

Pero de nuevo, estaba equivocado. Sonará cliché, pero si la misma luna me pide bajarle, lo haré sin rechistar ni dudar aunque sea un segundo. Por primera vez me permití entregarle mi corazón a alguien y estoy absolutamente seguro que Xander es la persona y el Omega adecuado para cuidarlo.

—Deberías comer algo, gatito — froto su nariz con la mía —. Ahora necesitarás comer por dos — se ríe y me separo un poco para poder observarle.

—¿Me amarás aún cuando esté gordo? — hace un puchero, abultando su labio inferior —. ¿Con mis tobillos hinchados, mis mejillas regordetas y que solo pueda usar ropa tres veces más grandes que mi talla?

—Te amaré incluso si pareces un enorme globo y tenga que rodarte por todos lados al no poder caminar — me pellizca, pero su risa delata que no está enojado.

—¡Oye, que no pretendo engordar tanto!

—Lamentablemente, eso no lo decides tu, gatito — coloco mi mano en su plano vientre y no puedo evitar imaginar cómo estará dentro de algunos meses —. No podrás negarle comida una vez empiece a exigirla. Yo mismo tendré que tener cuidado, podrías querer arrancarme un pedazo.

—Puaj — hace una mueca de asco y yo me río por lo ridículo que se ve —. Lo siento, no me gusta la carne cruda — creo que pudo notar lo absurdo que se escuchó eso viniendo de un ser carnívoro como él, porque aclara: —. Podré ser un felino, pero eso no quiere decir que sea un estereotipo andante, escupiendo por ahí bolas de pelo o cazando ratones, Magnus — rueda los ojos, luego arruga la nariz —. Eso es asqueroso.

—Te gustará si el bebé te lo exige, ya verás.

—No lo hará — dice completamente seguro —. Será un buen bebé, no hará que su papi coma cosas que no le gustan o se vean repugnantes.

—¿No deberías ser su mami? — sus ojos se entrecierran y de alguna manera sé que la cagué.

—Espero que eso haya sido una broma, Alekséi — Oh, oh. Me ha llamado por mi primer nombre. Sí, la cagué.

—¿Sí? — pregunto inseguro, una campana de alarma retumbando en mi cabeza, rugiendo: “¡Detente, imbécil!”, pero ya es demasiado tarde.

—¡Soy un hombre, no una mujer!

—Pero, gatito...

—¡Pero gatito, nada! — se sienta de golpe y casi su rodilla saluda a mi nariz —. Podré estar embarazado, pero aún así soy un hombre. No sé si te llegó el memorándum, pero no tengo vagina, Magnus. Tengo pene y un par de pelotas también, igual que tú — cruza los brazos sobre su pecho —. Bueno, quizá no tan grande. ¡Pero aún así!

—Joder — paso una mano por mi frente y me siento también —. No pretendí ofenderte, solo pensé que así es como funcionaban las cosas.

—¡Pues ya ves que no! Nuestro bebé no me conocerá como su mami, Magnus. Me llamará papi, al igual que a ti — se levanta de la cama y me paraliza con el peso de su mirada —. Has herido mi orgullo, no puedo creer que hayas dicho eso.

Y de repente, sus ojos se humedecen. Empieza a llorar y juro por todas las deidades existentes en el planeta que han sido las lágrimas más grandes que le he visto producir jamás, haciéndome sentir como un maldito canalla insensible. Hipidos abandonan sus labios y sus hombros se agitan por los sollozos.

«¿Pero. Qué. Rayos?», es lo primero que pienso. No tengo idea de lo que está sucediendo. En un momento está extremadamente molesto y ahora está llorando a mares. Me pongo de pie y me quedo frente a él sin saber qué hacer.

Alzo las manos pero estoy inseguro de dónde ponerlas, creo que voy a entrar en pánico.

—¡Abrázame, idiota! — chilla entre el mar de llanto y yo enseguida lo rodeo con mis brazos, atrayéndolo hacia mi cuerpo.

De acuerdo, he escuchado algunos relatos respecto a los cambios hormonales durante el embarazo y si esto es solo una probadita de lo que tendré durante los próximos nueve meses… Madre Luna, ayúdame por favor.

Mis palmas suben y bajan por su espalda mientras hago sonidos intentando calmarlo. Poco a poco parece surtir efecto y aunque sus manos permanecen inmóviles a sus costados, no me separo de él, tomando su frente apoyada en mi pecho como única señal de que me quiere aquí en este momento.

—Lo siento — trato de sonar seguro y firme, pero en realidad me siento como si estuviera caminando por un campo minado. Lo cual es ilógico, lo sé. He matado a hombres el triple de grandes que él y armados hasta los dientes sin siquiera sudar —. No pensé que te molestarías por eso.

—Eres un idiota, Magnus — gira su rostro hasta que su mejilla se apoya en mi piel —. No dejes de abrazarme — murmura y suspira profundamente.

—¿Te sientes mejor ahora? — él vuelve a suspirar y asiente. Es ahí cuando finalmente sus manos suben y se traban en mi espalda, devolviéndome el abrazo. Casi suspiro de alivio, pero tengo miedo de que eso también lo pueda cabrear —. ¿Quieres que vayamos a comer ahora?

Asiente de nuevo y lentamente me separo. Sus mejillas están mojadas y voy apartando el rastro húmedo con suavidad con la yema de mis dedos. Él sonríe y yo le devuelvo el gesto, me inclino y lo beso en la boca.

—Vamos — le susurro y sostengo su mano, guiándole hacia la puerta.

—Magnus, espera — me congelo al instante y muy lentamente me doy la vuelta para poder verlo. Cuando lo hago, tiene un ceño marcado entre sus cejas y cubre su estómago con su mano libre —. No me siento muy... — no termina lo que iba a decir cuando me suelta y tan rápido como una bala, sale disparado en dirección al baño.

Preocupado lo sigo y cuando entro, está arrodillado en el inodoro, vomitando las entrañas. Rápidamente me dejo caer a su lado, sobando su espalda y murmurando palabras tranquilizadoras.

Cuando termina, tira de la cadena y se sienta en el piso, apoyando la espalda en mi pecho y la cabeza en mi hombro. Respira con dificultad y se estremece.

—Odio esto — murmura con pesar.

—Y yo odio verte así, gatito — beso su cabello y lo ayudo a levantarse.

—Dame unos minutos — me empuja hacia la salida y cierra la puerta detrás de mí.

—¡Avísame si necesitas algo! — le grito lo suficientemente alto para asegurar que me escuche.

Apoyo la espalda en la pared al lado de la puerta y espero. Escucho varios ruidos ahogados, pero nada que logre alarmarme. Pocos minutos después, él sale, luciendo aturdido y cansado.

—Quiero dormir por tres días seguidos — hace un puchero y se acerca, inmediatamente lo rodeo en un apretado abrazo.

—Quisiera poder ayudarte — alzo su rostro y beso sus labios. Saben a menta, acaba de cepillar sus dientes.

—Necesito que me ames mucho para poder soportarlo.

—Gatito, eso ni siquiera tienes que pedirlo — lo beso de nuevo y él sonríe —. Mi amor por ti es indispensable, disponible las veinticuatro horas, los siete días de la semana.

—Bien, porque necesito enormes dosis de amor ahora — frota su mejilla en mi pecho y comienza a ronronear. Adoro cuando hace eso —. Soy completamente adicto a tu amor — me río y lo aprieto más hacia en mi contra, si es que acaso eso es posible.

—Yo también, gatito. Yo también.

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