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En la época, de Joseson el cielo justamente estaba muy nublado. El viento soplaba, de una manera intensa como algunos techos de las casas con madera en sostenido débilmente, volumen.
Ni a lo lejos entre algunas paredes precariamente armadas, una joven venía caminando.
Tenía puesto uno de los mejores vestidos, y la había comprado su madre.
De igual forma, no entendía el sentido de ponerse algo así.
En algún momento se lo tendría que cambiar.
Había solicitado ser la esposa del príncipe heredero.
La mayoría de las jovencitas, hijas de personas nobles, o de algún militar se habían anotado en ello, obviamente no sería la excepción.
Camino a paso lento, algo nerviosa el mientras escuchaba a sus amigos hablando a su lado.
Solamente tenía la mente puesta, saber si la eligiría.
Era un poco difícil, había estudiado las mil y una posibilidades que le pudieran llegar a preguntar con no sabía.
En qué consistía el examen.
Se los tomaría la reina madre, y en ese instante lo único que quería era salir corriendo.
No le gustaba mucho las pruebas, en su vida tiene una belleza exótica.
A pesar de ser coreana, contaba con unos ojos muy claros de color miel los cuales seducía a cualquier hombre que la miraba.
Aunque a ella no le interesaba nada de eso, la única persona que había visto desde que era una niña era el príncipe heredero.
Suspiro, esperando que lo pudiera notar entre todas las mujeres. Pero él se lo vio pasado pasado de todos esos años.
Por ese motivo, se había anotado como candidata, lo bueno es que las finalistas también quedarían como concubina.
No sé que en parte tenía la esperanza, de poder seguir a su lado.
Tal vez, siempre se sentía poca cosa como para conformarse con eso, pero era lo que quería.
La habían creado básicamente para ser una buena esposa, pero es había aprendido muchas cosas. Sabía de bailar perfectamente una espada, también utilizar el arco y flecha algo no muy común en las señoritas de la época.
Después de algunos minutos, llegaron. Las grandes puertas del palacio, la esperaron.
Al igual que con sus amigas todos las miraban, era bastante curioso para el pueblo. Ver qué tanta señorita con ropas caras empezaban a ingresar.
Para Kiara, cada rincón era magnífico. Siempre la mayoría de las personas les había llamado la atención su nombre traño, pero se lo había puesto su padre.
Era el comandante militar jefe, Así que básicamente ella tenía dinero por eso.
Quedaron en el gran patio del palacio, de pronto empezó a llenarse de un montón de mujeres iguales de bonitas vestidas como ellas.
—?Tú crees que nos elegira a nosotras..? —Quiso saber ella, bastante nerviosa porque ella también quería ser elegida.
—No lo sé —dijo simplemente Kiara, mirando en cada rincón.
Viendo con curiosidad,un montón de mujeres que se encontraba del lado al otro.
Tal vez simplemente tenía que irse corriendo, y no enfrentar el reto que se había propuesto. Pero, ya estaba ahí.
Trago en seco, cuando de pronto apareció la reina madre.
Todo se inclinaron, incluyendola.
—Bienvenidas hermosas niñas, ahora las harán pasar como para ponerse el vestido que tienen que compartir todas y empezaremos con el reto de hoy.
Todas asintieron, y empezó a ver un gran bullicio de gente, de colores y vestidos y sedas.
Había perdido sus amigas de vista, debido a la gran cantidad de mujeres que iban ingresando.
A todas con la educación como haciendo fila, pero eso se hubiera quedado perdida en el en el príncipe heredero.
Justamente pasaba, por uno de los pasillos internos del palacio. Obviamente tenía a sus sirvientes detrás, mientras él ni siquiera le importaba lo que estaba buscando a su madre.
No quería casarse, se había negado rotundamente a tener un compromiso con alguien durante toda su vida pero como sabía que era su deber por ese motivo no le queda otro remedio que aceptar.
Ella gira su cabeza para ver si alguna de las mujeres al menos era de su agrado, se encontró con unos extraños ojos de color marrón claro.
La miró con curiosidad durante 1 segundos, y Kiara en ese instante había desviado la vista justo en el momento que la miraba.
<<¿Quién será..?>>, pensó.
Pero simplemente desapareció por los pasillos. Quiera, cuando piso el interior del palacio, quedó maravillada. Eran poco las ocasiones, de las cuales había entrado, yo hacerlo te quedó maravillada, la decoración y más aún con la cantidad de sirvientes que iban y venían.
Suspiro, hasta que una se acercó.
—Buen día señorita, venga por aquí que yo le indicaré el vestido que se debe colocar.
—Muchas gracias —dijo amablemente Kiara, la sirvienta y la miro como si fuera un sapo de otro mundo.
Es que... No era muy común, que las personas pudieran llegar a agradecer, Más que nada porque eran simplemente sirviente como los cuales se vendían al antojó del dueño.
Kiara, siguió a la mujer como siempre está demasiada atención hasta que finalmente llegaron a un gran cuarto, en el cual ella ingreso.
Y pudo ver un vestido bonito colgado en el frente. ingreso otra sirvienta.com el ayudarán a cambiarse.
De pronto la puerta fue abierta, miro asombrada hacia un costado y se encontraron el príncipe heredero observándola con curiosidad.
—¡Señor!, lo lamento... su alteza no puede estar aquí —dijo una sirviente agachando la cabeza, y Kiara se quedó un poco congelada al observarlo.
—Lo lamento... me he equivocado de cuarto —dijo simplemente y se salio.
Kiara, ahora podía sentir los latidos de su corazón acelerarse a mil por hora en su pecho.
Las dos sirvientas, se reían y aplaudía.
—¿Vio como la miró señora..? — le dijo.
—Yo creo que el príncipe heredero, encontró su futura esposa —susurro.
No dijo nada, ninguna palabra pudo salir de su boca, y en parte lo prefirió así.
Comenzaron a caminar, a través del largo pasillo, el cual parecía que no tenía ningún tipo de fin.
Hasta que finalmente, se encontraron las dos amigas con ella.
—No sé que te habías perdido — le comento.
—Simplemente... me fui a cambiar —dijo en algo de timidez, y todas se vieron iguales.