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Capítulo 2

—Dios mío. — digo entre risas. - ¿ Te lastimaste? — Intento calmar mi ataque de risa mientras ella también intenta volver a ponerse seria.

- Todo esta bien. — Me responde con una sonrisa divertida. — Soy un hueso duro de roer. — Dice y luego me ofrece su mano sin dudarlo.

—Madison . — Se presenta con una sonrisa de oreja a oreja, que no puede evitar hacerme sonreír a mí también.

—Lena . — Me presento de nuevo y solo cuando veo su expresión confusa me doy cuenta de que ella era la morena que había llamado de nuevo al chico que me había hecho tropezar frente a media escuela esta mañana con su estúpida patineta.

— Yo-yo- — balbuceo en busca de una explicación lógica a la escena que presencié entre mi hermano y yo inmediatamente después de mi tonto.

Rápidamente me interrumpe levantando una mano y haciendo que la sonrisa desaparezca de su rostro.

— No es asunto mío, no te preocupes. —Me dice que habla en serio.

— Entonces, ¿quieres ayudarme a arreglar las fotos? — Me pregunta volviendo a sonreír rápidamente.

Dicen que la primera impresión es la que cuenta, ¿no? Bueno, ya me gustó después de los primeros cinco minutos.

- Ciertamente. — Me levanto después de reírme y recoger la foto que había caído al suelo para luego subirme a la silla.

- ¿ Está bien aquí? — pregunto, colocando la foto en algún lugar de la pared.

- ¡ Perfecto! — Exclama pasándome un alfiler.

-

— Más abajo, Lena. Esta muy alto. —Me regaña Madison mientras seguimos ordenando las fotos en la pared de pladur.

— Basta, me rindo Mad. - Te digo.

- Voy a tomar una ducha. — Me levanto de la silla y él me mira con un puchero.

— No creas que puedes salvarte así, mañana seguiremos adelante, eh. — Cruza los brazos sobre el pecho en broma.

— Bajo órdenes, jefe. — Me río, levantando las manos en señal de rendición.

Entro al baño con ropa limpia y luego me desvisto rápidamente.

Una mueca de disgusto se extiende por mi rostro mientras huelo el hedor a sudor que emana de mi ropa.

Un escalofrío sacude mi piel y me lanzo a la ducha sin dudarlo, abriendo el chorro de agua caliente que relaja los nervios de mi cuerpo mientras pienso en el día de hoy, concentrándome y analizando minuciosamente cada segundo.

Mientras repaso cada momento del día me doy cuenta de que a pesar de conocer a mi hermano, de conocer a esta chica tan simpática y todo lo demás, lo que más no puedo sacar de mi cabeza es la mirada gélida del rubio rudo.

Sacudo la cabeza, ahuyento los pensamientos y disfruto plenamente del alivio del agua tibia en mi cuerpo mientras tarareo una de mis canciones favoritas en voz baja.

Me enjabono el cabello con champú de coco, mi favorito, luego lo enjuago y salgo de la ducha.

Rápidamente me envuelvo en la toalla que me salva del frío que me rodea y luego me concentro en el rostro reflejado en el espejo.

Me veo tal como soy, débil y fácilmente destructible.

Mi cabello aún mojado cae sobre la piel desnuda de mis hombros.

Miro la cicatriz que recubre mi lado izquierdo y mis rasgos se endurecen.

Cierro los ojos, respiro profundamente.

Miro mi reflejo de nuevo y sonrío.

Veo una chica decidida y fuerte.

El pecho hinchado y la espalda recta, la mirada de alguien que puede afrontar cualquier cosa.

Me seco el cabello con la toalla, me visto y luego salgo del baño con el cabello aún mojado y una nube de vapor siguiéndome.

— Hola Lena, ya casi es hora de cenar, si te secas el pelo entonces nos vamos. —

Asiento mirando a la morena concentrada en su teléfono y agarro el secador de pelo para volver al baño a secarme el cabello.

-

Me puse la sudadera y guardé el teléfono en el bolsillo de mis pantalones deportivos.

- ¿ Vamos? —le pregunto a Madison.

- De inmediato. — Toma la bolsa y cierra la puerta con llave una vez que se va.

Caminamos uno al lado del otro por las calles ahora oscuras, iluminadas sólo por las farolas, de la universidad.

Nos reímos y nos contamos anécdotas de nuestras vidas, pero, mejor dicho, de la suya, todavía no estoy preparada para abrirme con nadie.

— El año pasado le dimos una paliza al profesor. de literatura un balde de agua. Era tan desagradable. — Ella se ríe y yo río con ella.

— Y pensar que siempre he tenido debilidad por el profesor. de literatura en mi antigua escuela. - Te diré.

Ella me mira como escandalizada y luego se echa a reír.

— Oye, él era joven y era realmente genial. — Me justifico no haciendo más que aumentar la hilaridad de la situación.

- ¿ De dónde es? — Me pregunta con interés.

— Desde Nueva York, Manhattan. — Te responderé brevemente.

— Siempre he soñado con vivir en Nueva York. — Responde con una voz soñadora que golpea mi estómago como un puñetazo.

— Siempre he soñado con irme. — Las palabras se escapan de mi boca, descontroladas.

- ¿ Qué? ¿Y por qué? — Me pregunta confundida y curiosa al mismo tiempo.

- Es complicado. — Entiende que no quiero hablar del tema y deja el tema.

Cuando entras a la cantina, saluda a sus amigos, incluido mi hermano, sentado en una mesa al fondo de la sala y me toma de la mano para atraerme hacia ellos con ella.

Inmediatamente la detengo sujetándome al suelo.

— Vete, me sentaré en otro lado. — Te lo digo avergonzado porque estamos bajo la mirada de tus amigos, entre los que se incluyen mi hermano y el chico con el que tuve un debate esta mañana.

— No, Lena, puedes sentarte con nosotros. — Se gira hacia mí sonriendo dulcemente.

- Seguro Por qué no. — digo con sarcasmo, pensando en mi hermano bajo su mirada confusa.

— Ve tú, te veré luego en la habitación, de verdad. — Te digo que estoy seguro de mi elección, sin posibilidad de cambiar de opinión.

Se da por vencido y, tras despedirse de mí con una mirada sucia que me hace reír a carcajadas, se marcha.

Me pongo en la fila para comer algo, pensativo y también un poco incómodo por encontrarme en un lugar desconocido y completamente solo.

— ¿ Eres Lena? — Dice una voz detrás de mí.

Me doy vuelta rápidamente y encuentro al rudo rubio con el piercing frente a mí.

- En persona. — digo mientras sostengo su mirada acusatoria.

—¿Y cómo conoces a Jacob? — Me pregunta mientras por primera vez en años escucho a alguien decir el nombre de mi hermano.

— Pregúntale a tu gran amigo. Deberías elegir con más cuidado a las personas cercanas a ti. — digo a la defensiva, volteándome.

—Qué mal humor. — Me dice con una sonrisa.

— Creo que no eres diferente. — Todavía le doy la espalda.

— Pero no me conoces. — Afirma y por el rabillo del ojo lo veo cruzarse de brazos.

Pongo los ojos en blanco, definitivamente molesta por su comportamiento jactancioso.

—Y no me importa. — Le respondo agarrando una bandeja.

— Eres la primera persona que me dice eso. — Me dijo riendo como si no creyera mis palabras.

— Quizás así vuelvas a tener los pies en la tierra. — digo molesto.

Risas, que molesto. Vale, sí, su risa suena hermosa, pero ese no es el punto.

— ¿ Puedes al menos decirme cómo conociste a Madison? — Pregunta refiriéndose a mi compañero de cuarto.

— No. — Respondo agarrando una bandeja.

Se vuelve a reír, que nervios.

— La chica es franca. - Él dice.

- Como tu prefieras. — concedo con un gesto molesto de mi mano.

— Ojo que sube de peso. — Ignora mi claro intento de desahogarme observando lo que tomo.

- No me importa. — Lo haré sin mirarlo.

— Bueno, no lo creerías. — Se ríe mientras él también toma un plato de pasta.

— Para estar tan delgado entonces debes ser deportista. —

¿Pero, qué es esto? ¿Sherlock Holmes?

— ¿ Puedes explicarme qué sigues haciendo aquí? — le pregunto rozando la exasperación.

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