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TARDE DE TOROS

El paje le ayudaba a ceñirse el traje de luces, era casi una ceremonia, un ritual donde todo tenía su lugar y momento, tenían que hacerlo con esmero y cuidado. El sastre que había confeccionado el traje le dedico varios días en tenerlo exactamente a su medida y que luciera elegante. No era para menos, se inauguraba la feria del toreo y en el palco principal junto a los regentes de la ciudad estaría nada menos que el famoso pintor Pablo Picasso acompañado de su joven esposa Francoise Gilot.

Que gran honor tener que torear para él y brindarle el toro, además era su debut como matador. Creía haber alcanzado la suficiente entereza para enfrentar al noble en el ruedo, había practicado la estocada final cientos de veces y en los últimos intentos el golpe era perfecto, certero, preciso. No podía fallar se sentía confiado y el ánimo le desbordaba por los poros. Había varios promotores interesados en su carrera, todos apostaban a que sería una gloria del ruedo, un diamante en bruto a punto de brillar en todo su esplendor.

Las trompetas empezaron a sonar, se acercaba el momento de salir a la arena, las ovaciones y los aplausos le llegaban a los oídos. Será una faena esplendida, pensó. Su mentor se le acercó y le pidió que se encomendara a la Virgen de la Macarena, ella va a protegerte de cualquier eventualidad. Era un pequeño altar en la esquina del recinto, estaba bellamente decorado con rosas rojas y amarillas, el aroma era muy intenso y el resplandor de los cirios le daba una atmosfera encantadoramente mística. Se arrodilló sobre la almohadilla en el piso con verdadero favor y le pidió que no lo abandonara en la contienda. Antes de salir su mentor le dijo: ¿Te toco El Barroso, es un animal mañoso ten cuidado con él, no te confíes ni te distraigas, Ok?

Le dio su bendición como un padre a un hijo, no era la primera vez que lo hacía, era su gran esperanza.

El pintor desde su partida a Paris, difícilmente visitaba Málaga, en muy pocas ocasiones había regresado a su tierra natal y no era para menos, con la fama que había adquirido le llovían pedidos de coleccionistas de diversas partes del mundo y no le alcanzaba el tiempo para volver. Y si lo hacía era en temporada de toros, no se perdía una corrida, cargaba con una libreta de impecables hojas blancas de buen formato y una pluma con tinta negra para hacer apuntes de algún pase o estocada brillante, de esas que acostumbran hacer los buenos toreros, era muy rápido en sus trazos y no perdía detalle, como si en sus grandes ojos negros llevara un cámara que captaba el momento exacto del movimiento.

Además, era un tipo muy activo de buena contextura física a pesar de sus sesenta y tantos años. Y estaba estrenando esposa, pintora, escritora, crítica de Arte y algo más, de una belleza escultural. Por un asunto estrictamente circunstancial la había invitado a conocer su hermosa Málaga y apreciar en directo el poderío y la majestuosidad de sus toros y la destreza y gallardía de sus toreros. Esta vez era una ocasión especial, le había prometido a un joven matador regalarle un bonito apunte si lograba obtener oreja y rabo en la faena.

Unos días antes cuando se encontraba trabajando en su estudio ubicado en la calle de Las Agustinas en Paris, Savater su viejo asistente se le aproximó para decirle que un torero español quería verlo. Casi nunca recibía a nadie personalmente, prefería que Savater se ocupara de los asuntos domésticos y manejara sus negocios.

Odiaba entrar en el juego de los regateos con sus clientes que muchas veces esperaban días enteros para ser atendidos por el artista. Había trabajado durante horas y decidió tomarse un descanso y fumar un cigarrillo. Savater puntualizó algo que lo hizo sentirse más accesible, es malagueño como usted. El maestro dejo los pinceles, colgó la bata de trabajo que llevaba en un perchero y le dijo: ¿Hazlo pasar a la Biblioteca, es al único que voy atender por hoy, Ok?

A una señal el joven torero que vestía impecablemente se acercó a Savater y casi susurrándole le dijo que el maestro había aceptado recibirlo y le indicó como llegar a la biblioteca donde lo esperaba. Ahí estaba el objeto de su devoción, de pie hojeando un antiguo ejemplar del Quijote mientras fumaba un cigarrillo. “¿Lástima que los toros no tengan aspas en lugar de cuernos”, le dijo al joven que lo miraba impresionado, ¿Sino el Quijote hubiera sido un buen torero de molinos, no cree? Y sonrió. “¿Dígame que lo trae por aquí paisano?” Dijo. Estoy de paso por Francia, vine a cumplir un encargo de mi madre señor Picasso y para mí es un gran honor estar en su casa. Mi afán de venir a verlo es que ayer pasé por una galería de Arte y vi un cuadro suyo que me impresiono. Tarde de toros, donde usted representa un pase magistral del torero con una soltura y una belleza increíble, al tenerlo en mi presencia sentí que debía ser mío, pero pregunte por el precio y no ésta dentro de mis posibilidades poder adquirirlo así que pensé por acá vive el maestro, si hablo con él quizás consiga un buen descuento. Picasso esgrimió un ligero gesto de molestia, ya había escuchado eso en múltiples ocasiones. Pero noto el aire compungido de su interlocutor, realmente el chico quería el cuadro. Pero no podía bajarle el precio,

aunque se hubiera tomado la molestia de venir a verlo personalmente ¿Y solo viniste por el cuadro? No, no.., también porque quería invitarlo a la corrida de apertura del festival anual el próximo sábado, voy hacer mi debut como matador y me gustaría contar con su presencia, le conseguí unos pases en el palco de honor. Sería muy gratificante dedicarle el toro. Yo salgo mañana para Málaga para ultimar los detalles y preparativos.

Picasso que lo miraba detenidamente le dijo: Se lo agradezco joven amigo, pero tengo la visita de unos americanos que vienen expresamente a verme y como comprenderá no puedo fallarles, vienen anunciando su visita desde hace semanas. Será para una próxima oportunidad. En cuanto al cuadro que le interesa hable con Savater, mi asistente. Él le facilitará una forma de poder comprarlo y le ofrecerá un descuento. Yo estoy dedicado a pintar, él se ocupa de atender mis negocios. El chico quiso argumentar algo, pero el artista lo corto. Fue un placer haberlo recibido, le extendió la mano y el joven se quedó sin saber que decirle, estrecho la mano del pintor y salió. Savater le sugirió una forma de pago, pero aun así el precio le siguió pareciendo excesivo. Agradeció la atención, le extendió los pases que traía como obsequio al artista y se fue algo decepcionado.

Al día siguiente del suceso, el maestro Picasso recibió un telegrama, el barco donde venían los turistas americanos había encallado en altamar por una falla en los motores del barco, tardaría unos días en repararlo y volver a reanudar el trayecto a Paris. “Estos americanos siempre estropeando las cosas...” Cambio de planes mi querido Savater, nos vamos a Málaga este fin de semana, dile a mi francesita que prepare sus maletas, ya se le hizo conocer Málaga. Salimos mañana temprano, Ordénale al chofer que prepare el auto iremos a la corrida inauguración de este muchacho. Claro que el joven matador no sabía que contaría con la presencia de Picasso, pero se enteró de última hora antes de salir a la arena, así que pidió le trajeran un gran ramo de rosas blancas para obsequiarlas a la esposa del maestro. Sería un gran día y ya sentía la ovación del público al ver un par de orejas en su mano.

Le tocó el turno al debutante, la cuadrilla estaba preparada, los toreros auxiliares listos para cualquier percance. Hicieron sonar las trompetas y salió el toro veloz como un rayo, imponente y majestuoso, la curva perfecta de sus cuernos era impresionante y su piel de un café reluciente lucía con la luminosidad del sol, era una tarde esplendida. Juguetearon con él un rato antes de dejárselo al matador, cuando le llegó el momento lo espero de rodillas con el capote en la mano para asombro y beneplácito del público, hizo un par de pases espectaculares, las verónicas fueron ovacionadas de pie, su brillante traje dorado ajustado a su cuerpo le daba un aspecto majestuoso y señorial.

La faena se desarrollaba como una impecable sinfonía de matices. Los Oles, eran como un canto de ángeles para el torero. Paso le picador montado sobre sobre un brioso caballo negro cubierto por los flancos para impedir la embestida de los cuernos, el toro se abalanzó sobre el con todo su peso y poderío, pero el picador firme en su montura logro propinarle unos buenos puntazos sobre el lomo, luego de su labor se alejó por donde vino y le tocó el turno a las banderillas. El torero tomó dos de ellas y si más protección que su cuerpo enfrento al macho y las clavo sobre el lomo de manera brillante, siguieron las otra dos, pero al momento de clavarlas, el toreo arqueo la espalda y solo una quedo presa en el lomo. Las dos últimas no tuvieron problema y haciendo un giro de cintura para no ser embestido por las astas las clavo impecablemente.

Hasta que llegó el momento de matar al bruto, el toro jadeaba de cansancio, tenía clavadas cinco banderillas sobre el lomo y la sangre que brotaba de él brillaba como un resplandor, había cumplido a cabalidad con su papel. El matador blandió la espada, preparó la muleta la agito suavemente para provocarlo y apuntó directo a la nuca, sabía que si fallaba no se lo perdonarían, el público podía amarte u odiarte en segundos. Al soltar la estocada el toro despejo el golpe con fuerza y sus pitones se clavaron directamente en el costado derecho del torero causándole un terrible dolor que lo dobló como una ese y le hizo perder el sentido, fueron a auxiliarlo, lo libraron del toro que amenazaba con volverlo a embestir, la fiera estaba furiosa y quería acabar con su agresor.

La herida provocada por la cornada sangraba copiosamente y enseguida llegaron los paramédicos para llevarlo a una sala de urgencias. La señora Francoise que contemplaba el espectáculo casi se desmaya de la impresión, Picasso logro sostenerla y apoyarla contra su pecho. Cálmate amor _le dijo_ Son cosas que suceden en las corridas, no te alteres. Pero él sabía que aquello podía ser mortal

Antes de partir de vuelta a Paris, Picasso pasó por la clínica donde tenían internado al joven matador, estaba en cuidados intensivos, apenas había salido de la operación que le hicieron para salvarlo. Tenía oxígeno para ayudarlo a respirar y cánulas de suero en las venas, aun no recuperaba el conocimiento. Pero uno de sus familiares tuvo el agrado de recibirlo y agradeció su visita. Esto es para él le dijo y le extendió un magnifico cuadro, era el que había pretendido comprar en la galería, donde además se leía una dedicatoria. “Por una excelente faena”, con admiración, Picasso.

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