Capítulo 7
- ¿ Realmente no se puede hacer nada? Por favor, cualquier cosa para no tener que estar con él. - .
Soy patético, lo sé, pero no me importa. No quiero estar con él. Ni siquiera muerto.
- Lo siento. Pero podemos hacer esto. En caso de que alguien más quiera cambiar, intentaré hacérselo saber y que se una. ¿Está bien? -
- Claro, gracias profesor. Te deseo un buen día
- Gracias también -
Cierro la puerta del estudio desmoralizado.
Espero que alguien realmente cambie porque, viceversa, ya estoy acabado. No podemos estar cerca el uno del otro ni siquiera por un minuto sin lastimarnos.
Siempre tengo que estar alerta porque nunca sé qué esperar de él y es estresante.
Decido que después de toda la tensión de este primer día, correr un poco no me hará daño, de hecho me ayudará a liberarla.
Llego a la habitación y noto que Ali aún no ha regresado.
Así que rápidamente me pongo unos pantalones cortos y una camiseta deportiva. Me recojo el pelo en una coleta alta y me pongo las zapatillas.
Respiro profundamente y, escuchando música a todo volumen en mis auriculares, salgo del dormitorio y empiezo a correr cada vez más rápido.
Los pensamientos se suceden al ritmo de la carrera, llevándome a cuando Jorge y yo éramos pequeños... Exactamente tres días después del funeral de mamá...
Miro hacia el cielo de Liguria y observo esas nubes negras y grises devorando un poco más de azul y luz a cada segundo que pasa.
El trueno retumba con fuerza, como si llamaran a la lluvia bajo su mando. Y luego, poco a poco, gota tras gota, se desata una auténtica tormenta.
Los relámpagos atraviesan el cielo, como espadas afiladas listas para llegar al suelo, mientras el viento se levanta fuerte para arrasarlo todo.
Y sigo ahí, bajo el llanto del cielo.
El trueno cubre mis sollozos.
La lluvia abraza mis lágrimas.
Un rayo ilumina las heridas de mi corazón.
El viento recoge mi dolor y desesperación.
De repente, escucho ruidos detrás de mí. Me doy vuelta y veo a Jorge , completamente mojado, pero orgulloso y valiente como sólo él puede serlo.
- Ven conmigo – dice, tendiéndole la mano.
La miro unos segundos y luego decido enfrentar la tormenta con él.
Me lleva al garaje de casa.
Saca su bicicleta y, tras ponerme el casco, me hace sentar en la parte de atrás.
Un segundo después, despega como un cohete.
Paso mis brazos alrededor de su cintura y, después de apoyar mi cabeza en su espalda, cierro los ojos.
No sé adónde me lleva, pero confío en él.
Pedalea cada vez más fuerte, hasta que de repente se detiene.
Frente a nosotros está la puerta del cementerio.
- ¿ Me llevaste con mamá? - pregunto asombrado.
Jorge simplemente asiente con la cabeza y luego me ayuda a salir.
Aún sin decirme nada, baja la bicicleta y me sigue hasta llegar frente a la foto de mamá.
Su cabello oscuro enmarca su rostro dulce y sonriente. En sus ojos el reflejo del amor que siente... sentía por su familia.
Esa foto la tomamos hace dos meses, en la fiesta de mi octavo cumpleaños.
La miro y, frágil, me tapo la cara con las manos y rompo a llorar.
Luego de unos segundos de silencio, Jorge me los quita y los baja suavemente.
Sus ojos color hielo, siempre fríos y distantes, son en este momento un mar tormentoso.
Me abraza y, protegida por él, lloro desconsoladamente.
Llamaré a mamá.
Le pido que vuelva.
Te ruego que no me dejes.
Jorge me abraza aún más fuerte, mientras yo me aferro a él.
Estoy desgarrado hasta la médula.
Dos niños, abrazados, se enfrentan a una tormenta... La que llevo en el corazón...
Vuelvo al presente mientras tropiezo.
Justo antes de caer de bruces como un tonto, dos brazos fuertes y musculosos me detienen.
¡Por un respiro!
- Oye, ¿estás bien? Tuviste un buen vuelo, pero te alcancé a tiempo - me dice un niño.
El cabello rubio no tapa los ojos azules iluminados por una sonrisa sincera.
- Mmm sí, eso creo. Gracias a ti no me hice ni un rasguño. Mi cabeza estaba llena de mil pensamientos... En fin, muy contento. Soy Ginevra y, como me salvaste la vida, puedes llamarme Aurora – digo estrechando su mano y devolviéndole la sonrisa.
- Ya sé quién eres. Te vi hoy en la cafetería con los hermanos Keller. Digamos que no pasaste desapercibida para todo el campus - responde riéndose, mientras yo me hundo en la vergüenza total.
- Soy Aaron Denter, muy contento -
Después de darme una ducha en el vestuario del gimnasio, decido dar un paseo.
Necesito aclarar mi cabeza.
a Aurora nuevamente fue un golpe muy fuerte en el estómago y adrenalina al mismo tiempo. Ni siquiera sé exactamente qué siento cuando estoy cerca de ella.
Demasiadas emociones y sensaciones contradictorias me golpean y ya no entiendo nada.
Han sido cinco jodidos años de pasar por el infierno en la tierra.
Todo por su culpa.
Por supuesto, no puedo negar que hice lo peor que pude con ella para conseguir un poco de atención de su parte.
También quería jugar con ella y no quedarme sola. Tener que buscar otros "amigos" y caer en ciertos círculos...