Capítulo 7 – Preparados para la actuación
Era muy temprano cuando Edan se acercó a la habitación de Luz Rivas, la madre de Alma, se asomó por la ventanilla de la puerta y la vio.
Alma estaba sentada en un banco, junto a la cama de su madre, sosteniéndole la mano y hablándole, aunque la señora Luz, se veía dormida. Un extraño sentimiento se alojó en el pecho de Edan, pero él no supo definirlo.
Incómodo, por esa extraña sensación en su interior, Edan decidió tocar la puerta, había mucho por hacer ese día.
Alma salió sorprendida, no esperaba a su falso novio tan temprano, y la sorpresa fue más grande cuando vio que él le traía un café y unos panecillos.
Eso le pareció un acto muy amable de su parte, con lo poco que Alma había visto de Edan, ella consideraba, que él, era un hombre amable.
Se sentaron juntos en una banca alejada, dónde nadie pudiera verlos y Alma sintió como revivía, con solamente sentir el aroma del café caliente.
— ¿Cómo sigue tu madre?. — Preguntó mientras que la observaba desayunar.
— Dentro de lo que cabe, ella está bien, gracias.
— Qué bueno. — Murmuró Edan, volteando la mirada hacia una ventana, se le hizo muy gracioso como la joven se había llenado las mejillas con azúcar al comer los panecillos.
— ¿Está todo listo, el notario ya llegó?. — Pregunto ella, al verlo por primera vez, sonriendo.
— ¿Eh? No. Pero hay algo que tenemos que hacer antes, por eso vine a buscarte temprano.
— ¿Qué haremos?.
— Iremos de compras. — Mascullo él.
— ¿De compras? ¿A esta hora? Todo debe estar cerrado.
— Tranquila, anoche hablé con una amiga que tiene una tienda, ella ya nos espera. — Edan se levantó de su asiento, al ver que ella ya había terminado de comer, Alma lo siguió.
Volvían muy discretamente hacia la habitación, para que Alma pasara por sus cosas, cuando se toparon con Mateo, el doctor que atendía a la madre de Alma, quien traía una bandeja con un café y varias galletas.
— ¡Alma! ¿Cómo estás? Te traje esto para que desayunes… — Él sonrió al verla, pero su expresión cambió bruscamente cuando vio salir tras ella a Edan.
— Oh, doctor… — Ella se sorprendió al verlo y se aclaró la garganta al recordar que él le pidió que lo llamara por su nombre. — Perdón, Mateo… Gracias, pero ya desayuné. — Aclaró la joven, sin darse cuenta de como los hombres se sostenían la mirada, ceñudos, como si estuvieran en un duelo. Al fijarse de la seriedad de sus acompañantes y sin entender lo que sucedía entre ellos, Alma intervino. — Edan, él es Mateo, el doctor que atiende a mi madre. — Edan solo hizo un movimiento en su cuello, levantando el rostro, ni siquiera hizo el intento de estirar su mano hacia el sujeto. — Mateo, él es Edan, es…
— Su novio. — Gruñó Edan, interrumpiendo a Alma, muy serio. Ella volteó a verlo, sorprendida, pero no dijo nada.
— Ah, claro. Bueno, Alma… Al parecer tu madre pasó la noche muy bien. — Respondió Mateo, ignorando por completo a Edan.
— Sí.
— Creo que le cayó muy bien el tratamiento que le pasé… — Ella asintió. — Bueno, debo pasar a ver a otros pacientes. — Dio la media vuelta para irse.
— ¡Doc!, disculpa… Mateo. — Lo llamó ella, acercándose. — Más tarde, quisiera hablar con usted, si es posible… Por lo de la cirugía. — Mateo le sonrió con dulzura, notando en la distancia, cómo Edan apretaba la mandíbula.
— Claro, te estaré esperando. — Respondió con un tono fuerte, con la clara intención de que Edan escuchara y se fue.
Edan y Alma, salieron directo a la tienda, en dónde él le compro varios conjuntos de ropa.
Por lo menos él estaba seguro de que su amiga, la dueña de la tienda, era una mujer discreta y por una buena suma de dinero, no diría nada a ninguno de sus conocidos, sobre lo que vio.
De allí, salieron al salón y Edan se dio cuenta de cuánta razón tuvo cuando detalló a Alma. Ella era una joven muy hermosa, solo le hacía falta algo de dedicación.
Alma se veía impresionante, con un simple vestido claro con bordados, unos tacones del mismo color y un maquillaje sencillo.
Y su cabello, con algunos cuidados, ya no era un desastre, sino una brillante y oscura melena, que enmarcaba, maravillosamente, su fino rostro.
Ella era un diamante en bruto.
No sé trataba de que ella no pusiera atención a esos detalles, simplemente, su estilo de vida, no le permitía tener esos cuidados. No tenía el tiempo, ni el dinero.
Pero cuando ella misma se pudo ver en un espejo, no se reconoció, lucía como otra persona, una persona despampanante.
Volvieron al hospital, preparados para la actuación, no obstante, no contaban con lo que les esperaba. Los hermanos de Edan y sus familias, estaban todo reunidos en aquel lugar, habían viajado al enterarse del ataque de su padre y Edan no lo sabía.
*
Sonaba el timbre del teléfono una y otra vez, pero nadie contestaba. Edan estaba impaciente, junto a su abogado y amigo, Diego. Llamaban al supuesto actor que se haría pasar por notario, pero el sujeto no contestaba, no daba señales de vida.
Edan volteó preocupado por Alma, pero al verla en la distancia, se sorprendió al notar que ella parecía llevar las cosas bien, charlaba con su familia y todos ellos se mostraban muy interesados en lo que ella decía.
Por lo menos ahora, su madre, Angélica, la veía con mejores ojos, ante su cambio de imagen.
Edan gruñó frustrado, tanto él como su amigo, Diego, habían estado insistiendo toda la mañana en contactar al actor y no conseguían nada.
— Muy bien, le daremos una hora más, si no, sales a buscarme a alguien más… — Murmuró Edan enojado. — Mientras, podemos ver lo del contrato y que Alma lo firme. — Diego asintió y justamente, en ese momento, se acercó la madre de Edan hacia ellos, así que, intentaron disimular.
— ¿Ocurre algo, Edan?. — Intervino Angélica, al notar la expresión de su hijo.
— No, nada… ¿Por qué?.
— ¿Se suspenderá el matrimonio?. — Preguntó expectante.
— ¡No! Por su puesto que no… — Comenzó serio.
— Bueno, dijiste que el notario estaría aquí temprano y todavía a esta hora… — Ella lo interrumpió, mirando su reloj, era más de media mañana.
— Lo sé, en eso habíamos quedado, pero…
— Ay, no, sabes cómo detesto a la gente impuntual… — Angélica pareció sopesar la situación por un segundo. — ¿Sabes? Tus hermanos están muy impresionados con lo de tu repentino matrimonio, pero es un gran alivio que estén aquí, así estaremos todos presentes.
— Sí, qué bueno, mamá. — Intentó sonar satisfecho.
— Ya que estás tan decidido en hacer esto, no podemos dejar pasar esta ocasión, en la que todos estamos juntos, por la impuntualidad de un irresponsable notario…
— Lo sé, pero…
— Pero nada Edan, yo tengo una solución. — Agregó Angélica con autoridad.
— ¿Qué?.
— Tengo un amigo que es notario, él está aquí porque le pedí que viniera temprano.
— ¿Cómo?.
— Sí, bajo hacia el cafetín, hace un rato, le pedí que esperara, en vista de que estabas ocupado…
— Pero, ¿Qué hace aquí?. — Edan se mostró bastante confundido y enojado.
— Bueno, yo lo mandé a llamar para que redactara un contrato prenupcial… — Edan miró a su madre con la boca abierta. — Es que este matrimonio me parece tan precipitado y tú debes cuidar tus intereses…
— ¡Mamá…!. — Gruñó Edan.
— Pero fue buena idea, porque podemos aprovechar… Él puede casarlos ya mismo. — Intento excusarse Angélica al notar que su hijo comenzaba a ponerse de mal humor.
Diego y Edan cruzaron sus miradas, eso no era parte del plan, se suponía que esté, sería era un matrimonio falso.