3. ¿No es demasiado joven?
A pesar de ser un noble francés, a Marius, le gustaba permanecer por largas temporadas en Nueva York, solía pasar la mitad del año en el viejo continente y la otra mitad en América, esa era una de las razones por las que buscaba una nueva chica cada vez que regresaba, una con la que convivir por el medio año que permanecería en la ciudad, no tenía tiempo para perderlo fingiendo interés por varias hasta encontrar alguien a quien él le gustará del mismo modo en el que ella lo hacía, tener citas y que antes de darse cuenta tuviera que volver a su país para perder el contacto y empezar de cero.
Otra de las razones por la que le gustaba pagar por compañía, era que allí a él no lo conocía nadie, tal vez alguna de las hermosas modelos y actrices que había operado fueran famosas y tuviera cierto nombre entre la élite por su excelente trabajo como cirujano plástico, pero sin duda, no era un personaje público y podía moverse con chicas jóvenes y guapas sin salir en ningún tipo de prensa de cotilleo, allí no tenía la sombra de su apellido, ni a su madre recordándole que tenía un título al que hacer honor, como si su apellido no lo hubieran mancillado suficiente sus antepasados.
— Señor, su abogado lo está esperando — sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de Angélica, su secretaria, quién le hablaba a través del intercomunicador de su mesa.
— Que pase.
Un par de minutos después, la puerta de su despacho se abrió y Matthew Philips, su abogado, entró para traer los documentos que había pedido tener con urgencia aquella misma mañana en su oficina.
— Revisa el contrato por si me dejé algo.— pidió un hombre de cabello negro y ojos del mismo tono, completamente oscuro, tal vez podía parecer demasiado serio, pero era el mejor en su trabajo y además, con los años, también se había convertido en un buen consejero y amigo.
Matthew dejó una carpeta negra frente a él y se sentó en el sillón pacientemente esperando su conformidad. El francés se saltó las primeras hojas dónde tan solo había escrito pura burocracia para leer la parte que le interesaba, los términos y cláusulas.
Quedaba muy bien especificado que el contrato era por seis meses en los que la joven tendría que convivir con él, pudiendo pasar lejos de su compañía una noche a la semana y tras previo aviso. El contrato podía ser restringido a las dos semanas de prueba sin ningún tipo de obligación o multa por parte de la chica y él debería pagar 50.000 dólares para sus estudios.
Además, ella tendría una cuenta de gastos durante todo el tiempo que permaneciera a su lado, enlazada a una tarjeta de crédito que podría usar para pagar, ropa, cuidados como peluquería, uñas o cualquier tipo de gasto que tuviera que ver con su imagen, comida y caprichos varios.
También se especificaba que en el momento en que él tomara su virginidad le serían otorgados 400.000 dólares y algo que no había pactado con ella, pero le parecía justo, 50.000 dólares más por cada mes que permaneciera a su lado, además de varios beneficios inesperados no especificados, debiendo avisar con 15 días de antelación si pretendía abandonarlo o sería sancionada con devolverle los 50.000 dólares que habría recibido por el último mes.
A cambio, ella se comprometía a estar localizable para él cuando no tuviera clase y acudir a su llamada lo más rápido posible, pudiendo librar un día completo a la semana o más si lo requería por exámenes finales, motivos de estudio o en el caso de que se enfermara.
También se comprometía a no divulgar nada de lo que sucedía entre ellos y guardar su relación comercial en secreto a riesgo de tener que devolver el doble de todo lo hablado hasta la finalización del contrato.
La última cláusula dejaba claro que tras las 2 semanas de prueba cualquier condición podía ser cambiada o modificada a conveniencia y en mutuo acuerdo de ambos.
Luego había una lista extensa de juguetes y prácticas sexuales que ella debía aceptar o rechazar, algunas le agregaban un plus al dinero mensual especificado y también se lo restaban en caso de ser rechazadas. Existía la cláusula de exclusividad en la cual el contrato se daría por finalizado si ella mantenía relaciones sexuales con otro hombre y por último, la especificación de los controles médicos pertinentes cada mes en un centro de elección del contratante.
Marius sonrió al comprobar, que como siempre, su abogado había hecho un trabajo excelente y no había dejado ningún solo cabo suelto.
— Perfecto.
— No podía ser de otro modo.— Aseguró Matthew y luego lo observó dudoso como si no supiera si decir lo que le estaba pasando por la cabeza.
— ¿Qué sucede?
— ¿No es demasiado joven esta vez, es casi una niña, ni siquiera tiene edad para beber en este país?
— No, Matthew, es perfecta, inocente, pura… simplemente perfecta.
En otro lugar, una joven castaña, de ojos azules y curiosos, entraba por las puertas de Lorraine Esthétique para pasar los exámenes pertinentes que su ¿Sugar Daddy? Le había exigido. No sabía si debía llamarle así, eso le seguía sonando mal, lo mirara por donde lo mirara.
— Soy Noelia Richards, vengo de parte del señor…— Antes de que pudiera terminar la frase, la recepcionista la cortó y no la dejó seguir hablando.
— La estábamos esperando, señorita Richards, pase a la consulta tres.
Con una sola frase todo se volvió real, la curiosidad dio paso al temor de estar haciendo lo correcto. La imagen de su madre todas las noches cuadrando las cuentas sin encontrar ninguna solución, fue lo único que necesito, eso y apretar los puños para armarse de valor, antes de dar el primer paso.
Apenas era consciente de las personas que chocaban con ella a su alrededor, caminó en piloto automático hasta llegar a la puerta tres y justo cuando titubeó pretendiendo irse, la puerta de la consulta se abrió.
— Por favor pase.
— Creo que...me perdí.
— No, está justo en la consulta tres, señorita Richards. Pase.
«Bien que suceda lo que tenga que suceder».
Pensó entrando y sintiendo como al cerrar la puerta estaba dejando su pasado atrás, como a partir de ese momento todo sería distinto, ella sería distinta, sobre todo porque, no solo estaba vendiendo su cuerpo, lo sentía como si estuviera vendiendo su alma al diablo, un diablo de cabello rubio, ojos grises y un irresistible acento francés.
La doctora la observó de arriba a abajo dubitativa y luego le sonrió amablemente, tal vez en un intento de hacerle más fácil la vista.
— Necesito que se desnude de cintura para abajo y se tumbe en la camilla… debo revisar su... — Incluso a la doctora le parecía un tanto humillante el hecho de que le hicieran comprobar la virginidad de la chica, ella podía serlo y, aun así, haber sufrido una rotura de himen por el simple hecho de montar en bicicleta — bueno ya sabe usted lo que debo comprobar, eso y que no sufra de ningún tipo de infección ni enfermedad — explicó algo incómoda con la situación, a veces creía que no le pagaban suficiente. Sin duda no era la primera chica que revisaba o a la que hacía seguimiento por los caprichos del señor Lorraine, pero si la primera que era virgen y parecía confundida, incluso algo asustada por estar allí, contuvo el impulso de preguntarle si hacía aquello por propia voluntad, o estaba siendo presionada de algún modo y decidió ser lo más profesional posible, al fin y al cabo no era asunto suyo.
— ¿Ha estado antes en una consulta ginecológica, señorita Richards?
No era la primera visita de Noelia a un ginecólogo, pero si la primera dónde iban a revisar si era virgen. Le pareció un tanto vergonzoso, tener un examen para comprobar que ella era virgen. ¡Por dios! Estaban ya en el siglo XXI, aunque también era verdad que aquel hombre paraba una gran suma de dinero por aquello y aunque odiaba que alguien dudara de su palabra, también era cierto que él no la conocía de nada.
Aun así, no dijo nada y se dejó guiar por la doctora. Al menos la mujer parecía tan incómoda como ella. Se desnudó e hizo lo que le había indicado nada más entrar al consultorio.
— Si, mi madre me llevó justo después de mi primera regla y de ahí he estado asistiendo periódicamente cada año, para llevar el control. Aunque mi ginecólogo me ha dicho que no es necesario hacerlo, ya que bueno no he tenido relaciones sexuales hasta ahora.
— Entiendo, ahora intenta relajarte, por favor.— Pidió la doctora tapándola con una sábana para que no se sintiera tan expuesta y ayudándole a acomodar una pierna en cada estribo, luego se sentó en un taburete y procedió a mirar entre sus piernas, himen intacto, pobre niña ¿Sabía dónde se estaba metiendo, y sobre todo con quién?— Ahora procedería a hacerte una citología, pero como todavía eres virgen te pediré que vengas tras tu primera relación sexual, para hacerla.
Noelia estaba muy avergonzada demasiado para decir algo, simplemente asentía a todo lo que la ginecóloga decía. No quería estar ahí, estar con las piernas abiertas era demasiado, pero necesitaba el dinero, tener ese dinero haría las cosas más fáciles para ella y su madre. Sobre todo su madre. Si era por ella que se aguantaría la vergüenza y soportaría el que la estuvieran toqueteando.
— Yo…
Tapó a la chica de nuevo y se sentó tras el escritorio escribiendo el informe que le habían pedido.
— Ya puedes vestirte, bonita.
Esperó a que la chica terminara y se sentara frente a ella y solo entonces siguió hablando.
— Ahora la enfermera te sacará una muestra de sangre y te pondrá una inyección anticonceptiva que será efectiva durante los próximos tres meses, después de ese tiempo tendrás que volver a administrar tela, pero como vamos a vernos cada mes yo misma te lo recordaré.
Tras decir aquello mandó su informe por email y salió de la consulta dejando que entrara la enfermera e hiciera su trabajo.
Noelia iba a decir algo sobre tener relaciones, más no dijo nada, volvió a asentir cómo si se tratara de un autómata. Una vez la mujer se fue ella se permitió llorar un poco, aunque solo fueron un par de lágrimas, antes de que tuviera que limpiarlas de su rostro y sonreírle a la enfermera, quien se acercó a ella con gesto amable y avergonzado.
¿A cuántas mujeres ya habían atendido como ella? ¿Era por eso que la veían así como con pena?
En la oficina Marius acababa de recibir el informe de la ginecóloga donde le decía que todo estaba correcto, le advertía de la estrechez de la chica y la importancia de prepararla y ser cuidadoso con ella la primera vez.
El francés simplemente sonrió y levantó la vista para observar a su abogado,
—Ya no tardará mucho en llegar.