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Capítulo 2: ¿Estabas Llorando?

El clima en la ciudad arreciaba con una fuerte lluvia, Anna salió de la empresa y corrió hasta la parada de autobús cubriéndose con su bolsa la cabeza, mientras esperaba el transporte se quedó observando el cielo gris, las gotas caían sin cesar, desde lejos vio salir el Aston Martin color negro de su jefe que salió a máxima velocidad pasando frente a ella empapándola por completo.

— ¡Maldito idiota! –Gritó con fuerza, pero era imposible que su jefe la escuchará debido a la velocidad que llevaba.

Anna no podía entender como en el pasado su corazón fuera conquistado por alguien como Derek que solo la trataba mal, había días en que pensaba que lanzarlo por la ventana era una opción y acabaría con sus problemas.

(…)

Llegó a su casa siendo recibida por su abuelo en silla de ruedas, a pesar de lo enfermo y la pesadez de su cuerpo siempre le brindaba una gran sonrisa a su nieta.

— ¡Oh mi niña! Estás empapada –Tomó una toalla del vestíbulo y se la acercó a Anna.

— ¡Hola bubu! –Se acercó la joven castañeando sus dientes por el frío.

— Te vas a enfermar ¿Por qué no tomaste un taxi? –Ella negó acercándose a él dejando un beso en su mejilla.

— Estoy bien –Frente a ellos apareció la pesadilla de ambos.

— ¡Vaya hasta que por fin la señorita se dignó en aparecer! Mi hijo y yo nos estamos muriendo de hambre –El abuelo de Anna frunció su ceño.

— Mi nieta no es tu sirvienta Ruby –Cuando la despreciable mujer iba a responder Anna interfirió.

— Tranquilo abuelo, haré la cena para todos, no te preocupes no me molesta

— Lo ves, a tu nieta no le molesta además es lo mínimo que debe hacer por tenerlos aquí en mi casa –Se dio vuelta alejándose, Anna le sonrió a Braulio.

— Hija, no tienes por qué soportar esto, llegas cansada de la empresa y… deberías de buscarme un sitio, he leído que el estado se encarga de personas como yo, Anna no quiero que reprimas tu vida por mi culpa

— Mi viejito lindo no digas eso, sabes que yo te adoro con toda mi alma y mi corazón y nunca podría vivir tranquila mientras tu pasas penurias, aquí estas cómodo y cerquita de mi para llenarte de besos cuantas veces yo quiera –Él sonrió- yo soy una mujer fuerte, puedo aguantar todo esto y más –Le dejó otro beso y se alejó, odiaba preocupar a su abuelo, rápidamente subió a su habitación cuando entró se sorprendió al ver a su primo Baltazar, el nombre le quedaba perfecto porque era un demonio y pervertido- ¿Qué haces en mi habitación?

— Técnicamente es mi habitación porque estas en mi casa –Sonrió el chico con cinismo.

— ¡Vete! –Exigió Anna, que por error le dio la espalda y no vio cuando Baltazar la tomó de la cintura pegándola a la pared- ¿Qué haces? ¡Suéltame!

— Tú no me das ordenes, primita, el cerrar todas las noches la puerta con seguro no te salvara de hacerte mía y desvirgarte –Expresó pasando las manos por los pechos de Anna, de inmediato el terror en la chica se hizo presente y las lágrimas se asomaron comenzando a deslizarse por su rostro, desde su adolescencia ha sufrido los asedios de Baltazar que habían cesado cuando se fue a Italia a estudiar, pero hace una semana había regresado y la pesadilla de Anna se ha vuelto realidad.

— ¡Por favor Baltazar! Te lo suplico no lo hagas –Baltazar vio el rostro de Anna cubierto de lágrimas, mientras frotaba su miembro en parte baja de su espalda.

— Así me vas a suplicar pero para que te folle día y noche primita –Tomó con fuerzas su mentón estampando sus labios en los de ella, cerca se escuchó la voz de Ruby llamándolo, Baltazar soltó rápidamente a la chica sonriendo con malicia y salió disparado por la puerta, Anna cayó sobre sus rodillas, con las lágrimas desbordándose y temblando de miedo.

(…)

En la mesa, todos comían en silencio, Anna tuvo que disimular mientras su primo fijaba sus ojos en ella sonriendo cada tanto con cinismo.

— Si me disculpan, me retiraré debo madrugar para ir al trabajo –Se levantó bajo la mirada de su tía, Anna se acercó dando las buenas noches a su abuelo.

— Hija, pero no has comido nada ¿Te sientes bien? –Ella asintió conteniendo las lágrimas.

— Si bubu no te preocupes, solo estoy agotada, descansa te veo mañana –Anna se apresuró a salir del comedor, iba subiendo las escaleras cuando escuchó a Baltazar despedirse de su madre, el estómago de Anna se contrajo por lo que apresuró el paso subiendo los escalones de dos en dos, llegando a su habitación y cerrando la puerta con seguro, rápidamente cogió la silla de su pequeño escritorio colocándola por debajo de la cerradura, vio el cerrojo moverse con insistencia hasta que no se movió más, Anna suspiró, sentándose en su cama, abrazándose así misma.

A la mañana siguiente.-

— ¿Anna estás bien? –Preguntó con preocupación su amiga Emily- es la tercera taza de café que te veo tomar en una hora –Los ojos de Anna se cristalizaron- ¿Qué sucede? –Al no obtener respuesta Emily la tomó de la mano y la guió al baño.

— ¡Estoy desesperada Emily! Baltazar regresó y… -Sus manos estaban temblando volvió a sentir la misma angustia al recordar la imagen de su primo frotando su entrepierna sobre su culo.

— ¿Qué te hizo ese miserable? –Preguntó con preocupación su amiga, temiendo lo peor.

— Hasta ahora nada, pero no se va a quedar tranquilo hasta… -Gimoteó limpiando sus lágrimas.

— ¡Infeliz! Tienes que salir de esa casa hoy mismo

— No puedo y lo sabes, anoche no pegue un solo ojo, muerta de miedo, pude encerrarme, pero…

— No puedes vivir así Anna –En ese momento el alarido de Derek las hizo pegar un brinco a ambas.

— ¡ANNA! ¿Dónde demonios está esta tonta? –Anna salió corriendo del baño, limpiándose el rostro.

— Aquí estoy jefe –Derek la miro fijamente con la mandíbula tensa poniéndola nerviosa como siempre acostumbraba.

— No se te paga para que andes chismoseando con tu amiga y tú vete a tu oficina Daniel te anda buscando –Emily miró a Anna y ella asintió- Ven a mi oficina –Le ordenó, Anna lo siguió en silencio- ¿Estabas llorando? –Ella negó.

— No, estoy un poco resfriada porque un idiota ayer pasó a toda velocidad con su auto y me baño de la cabeza a los pies –Derek la miró con atención, ignorando que el idiota era él mismo.

— No quiero verte, conversando por los pasillos con Emily, se te paga por trabajar no por chismear –Anna asintió y en el fondo se alegraba de que Derek se hubiera fijado en cómo se sintiera.

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